Miera: Aula de la Experiencia

A falta de algo más de 24 horas para que volvamos a vernos (lo estoy deseando), por fin he encontrado un resquicio para juntar cuatro letras.

Tendría muchas cosas que destacar del fin de semana de hace 15 días, pero si tuviera que elegir uno, sin duda me quedaría con el rato que pase con Lalo el sábado por la mañana.

Me desperté pronto y me fuí a dar un paseo y disfrutar del espectacular paisaje del valle de Miera, al regresar me encotré con Lalo y estuvimos hablando un ratuco. Me enseño los cuévanos grandes, su hueto, estuvo contándome como por el comportamiento de los animmañes preveían el tiempo, que si las cabras bajaban pronto del monte es que iba a llover, que si se subían y se quedaban al sol iba a ahcer bueno; como influye la luna y los meses en a la hora de cortar las varas de avellano para hacer los cuévanos, que de joven tenía alergia a las naranjas y ahora no,... en fin unas cuantas historias, todas ellas curiosas y que mostraban una forma de valerse de los medios de los que disponen para hacer su vida.

Pero lo que más me gusto, no fue lo que me contaba, sin como me llamó para que me acercará a su casa y como mostro su vida a un completo desconocido. Fue una muestra más de la generosidad con que nos acogieron, sin seservas, con total naturalidad, la misma que muestran entre los propios merachos, su forma de ayudarse.

Por cierto, durante la charla con Lalo, conocí a Lucas, el perro asustadizo de su vecino, se acercaba con miedo poco a poco, y en cuanto alargabas la mano para acariciarle se marchaba corriedo.

P.D. Creo que esta es la foto de la flor que buscan algunos. Pensaba haceros chanataje, pero por una vez lo dejaré pasar.